viernes, 12 de junio de 2015

Restitución de tierras, una negra perspectiva


Caricatura de Matador
El más reciente informe de la Fundación Forjando Futuros: ‘Falsas víctimas, no! Lo que hay son testaferros, despojadores y opositores de mala fe’, deja mal parado a la Unidad de Restitución de Tierras, a la Ley 1448 de 2011 del Gobierno colombiano y a un grupo de personas y empresas que se oponen al proceso.

La Fundación analizó mil (1000) sentencias de restitución de tierras y evidenció que carecen de fundamento las acusaciones de “algunos funcionarios del Gobierno” y terratenientes, de que miles de falsas víctimas desean valerse de la Ley para hacerse a predios.

Para Forjando Futuros, el 98% de los reclamantes de tierras fueron reconocidos por los jueces especializados como víctimas reales y, en contraste, el 89% de los opositores a la Ley, “adquirieron los predios aprovechándose de las condiciones de violencia”.

A pesar de la "buena" voluntad del Gobierno, la restitución
de Tierras a las víctimas de despojo se hace 'gota a gota'.
Foto: tomada de internet.
“La tesis de las falsas víctimas lleva a desconocer el principio de la buena fe de los reclamantes de tierras y a revictimizar a las familias despojadas, pone en riesgo la vida de los reclamantes, legitima a los victimarios, protege a las élites regionales causantes del despojo y esconde los escasos resultados en la implementación de la Ley en la Restitución de Tierras”, dice un parte del informe.

Lo de los “escasos resultados” no es nuevo. Otro estudio, elaborado en 2013 por el Observatorio para la Restitución y Regulación de Derechos de Propiedad Agraria, de la Universidad Nacional, ya había advertido que, de continuarse con el mismo diseño institucional, la ejecución de la Ley de restitución de tierras “tardaría ciento, incluso miles de años” (ver informe: http://bit.ly/1bH95FY).
 
Actualmente, ante la Unidad Administrativa Especial de Gestión de Restitución de Tierras Despojadas, Uaegrtd, se han presentado 73 mil 127 solicitudes de restitución, (correspondiente al 20% del total de las víctimas de despojo) de las cuales solo poco más de 7 mil han llegado a instancias judiciales.

En mil sentencias, los jueces especializados han resuelto 1980 casos, equivalente al 2% del total de solicitudes. “La tendencia muestra un aumento de los fallos por año del 20%, de mantenerse así, para el año 2021 se lograría únicamente el 4,4% de la meta de la restitución de tierras”, señala el estudio.

De continuarse a este ritmo de restitución, como lo advirtió en 2013 la Universidad Nacional, a la Unidad de Restitución de Tierras del Gobierno le tomaría por los menos más de 5 siglos para cumplir la meta y no los 10 años que se ha contemplado de vigencia de la Ley.

Ante esta negra perspectiva, ¿se vislumbra un futuro promisorio para los reclamantes de tierras en Colombia? No lo creo.

Y más cuando, según el informe, hay personas naturales, terratenientes en su mayoría (representan el 50% de los opositores, figura jurídica de la Ley 1448 que contempla: un opositor tiene igual derecho sobre el predio que la víctima también está reclamando) que se enfrentan a los procesos de restitución de tierras.

Ellos son: Álvaro Mesa Cadavid, Hernando Manuel Meza Vergara, Juan Bautista Serna Serna, Benjamín José Alvarado Bracamonte, Gabriela Inés Henao Montoya, Diego Alois Sierra, Miguel Enrique Ríos Dávila, Gabriel Jaime Vásquez Quintero, Guillermo León Restrepo Rico y Hever Walter Alfonso Vicuña.

Ninguno, según el informe, ha demostrado ante los jueces la buena fe de sus procesos judiciales.

Son cientos las familias campesinas que han retornado a
sus predios por su propia cuenta y riesgo.
Forjando Futuros también incluye a 9 empresas “que se beneficiaron de la violencia para adquirir tierras o títulos mineros” en predios que actualmente son reclamados por víctimas reales.

Estas son: Anglogold Ashanti Colombia S.A., Continental Gold Limited Sucursal Colombia, Exploraciones Chocó Colombia S.A.S., Sociedad Agropecuaria Carmen de Bolívar S.A., Sociedad Las Palmas Limitada, Agropecuaria Palmas de Bajira S.A., Inversiones Futuro Verde S.A., Palmagan S.A.S y A. Palacios S.A.S.

Y la perspectiva de un futuro promisorio para los reclamantes de tierras se torna más negro aún, cuando nos enteramos que 5 adultos mayores fallecieron esperando una decisión judicial y 67 reclamantes de tierras y un (1) funcionario del Gobierno fueron asesinados en 4 años que lleva de vigencia la Ley.

Si nos fijamos en la lógica burocrática del Gobierno y sus connotados colaboradores, a quienes se les ocurrió la genial idea de invertir, en el período 2012-15, tres veces más en los procesos de restitución, que ante el valor estimado de los predios restituidos, el futuro parece más negro.

El coste considerado de los 1.760 predios que hasta al momento han sido restituidos a sus originales dueños (más de 97 mil hectáreas) es de $263 mil 304 millones y, el Gobierno invirtió $836 mil 719 millones en dichos procesos de restitución, de los cuales $157 mil 709 millones ni siquiera se han ejecutado.

Acaso no era más sensato invertir esos miles de millones en reparar, no ya a 1.759 víctimas, sino a más de cinco mil. No. Porque entonces de qué vivirían los burócratas.

Queridos reclamantes de tierras, lo siento por ustedes y sus familias, porque (así digan que sí) ni el Gobierno colombiano, ni algunos poderosos terratenientes y empresarios los quieren viviendo en el campo, en paz.

@adolfoflorezg


(Lea el informe completo: ‘Falsas víctimas, no! Lo que hay son testaferros, despojadores y opositores de mala fe’ en: www.forjandofuturos.org) 

lunes, 1 de junio de 2015

Regreso a Ítaca

Mientras navego, lucho, mato, hiero y soy herido, pienso en ti, Penélope. 

Tantos años de horror y lejanía no borran de mí el universo de tus ojos. Tus labios, un oasis. Tus caricias, un océano de fuego.

Atarme al velamen o taponarme con cera lo oídos ¿para qué?, si solo tu canto me hipnotiza. Sirenas querrán que las ame, pero el deseo, para mí, se llamará eternamente Penélope. 

Cegaré al cíclope de la lejanía, y regresaré a ti, al fresco bosque de tu entrepierna, recorreré tus montañas, valles y hondonadas.

Y tú, Penélope Preciosa, cada noche, destejerás en sueños la mortaja del olvido que me tejes despierta.

Regresaré, Penélope y con mi arco, desterraré del palacio a los pretendientes que lujuriosos te acechan.

Enfrentaré a los dioses. Aún a Homero. 

Superaré cada una de sus pruebas y regresaré a ti: Penélope, porque eres mi patria. Mi Ítaca amada.

martes, 17 de marzo de 2015

La Policía ya no representa a la autoridad

En la imagen se aprecia cómo agentes del Esmad de la Policía, usan armas no convencionales para atacar a los indígenas nasa que protestan por el incumplimiento del Gobierno nacional en la restitución de tierras.
La Policía Nacional tiene cosas buenas, hay que reconocerlo, pero lo que sí es evidente es que los colombianos cada vez más expresan que la institución ya no representa a la autoridad con la que históricamente fue investida.

Porque la Policía solo representa a la autoridad, mas no es la autoridad; así como las también desprestigiadas Corte Constitucional y Rama Judicial representan a la justicia, pero no son la justicia misma.

Y dirán los uniformados: “siempre destacando las cosas malas, los actos perversos de algunas manzanas podridas”. Pero qué hacemos “si dan papaya”.

Día a día circulan en noticieros y en redes sociales videos  de policías que golpean despiadadamente a jóvenes, a deportistas, a indígenas, a sindicalistas, a estudiantes, a campesinos, a afrocolombianos, a mujeres y a sus preferidos: a indigentes y marihuaneros.
  
Y por supuesto que algunos de esos jóvenes, deportistas, indígenas, sindicalistas, estudiantes, campesinos, afrocolombianos, mujeres, indigentes y marihuaneros son cosita seria y se exceden también en sus agresiones contra los uniformados.

Cierto. Aunque todo ello, sumado a la imagen desfavorable –según Gallup, a diciembre de 2014 el 51 por ciento de los encuestados la tenía– son los síntomas crónicos de la pérdida de esa “buena” autoridad de la que hizo gala la institución, en época de Marcelino Gilibert.

Y no en vano todos esos deplorables actos registrados en video, amén de los sucesivos escándalos de corrupción y crímenes que involucran desde agentes rasos hasta encumbrados generales de tres soles, han minado la escasa confianza y la imagen favorable que los colombianos tenían de la Policía.

Esmad: les falta humanidad y les sobra crueldad

Cada día se hace más evidente, gracias a imágenes y videos, los excesos
de fuerza que despliega el Esmad.
A pesar de que la Policía tiene la potestad de proteger algunos derechos fundamentales de los colombianos, es evidente que los programas de educación en derechos humanos dirigidos a sus miembros escasean en el tema humanitario.

Lo ejemplifica el Escuadrón Móvil Anti Disturbios, Esmad, fundado en 1999 y con presencia permanente en 12 ciudades del país. Según denuncias de Ong’s, en lo que va de 2015, agentes del Esmad han herido a 150 personas con el uso de armas convencionales y no convencionales.

Muchas versiones tiene el gobierno sobre lo que es el Esmad, pero una de ellas dice que sus miembros están entrenados “en la prevención y control de multitudes, con personal altamente capacitado en manejo y conciliación de masas, en la protección de los Derechos Fundamentales, con el fin de restablecer el orden, la seguridad y la tranquilidad”…

¿Conciliación de masas? ¿Protección de los Derechos Fundamentales? Tanto belleza solo está en el papel, porque para el “manejo y conciliación de masas” los miembros del Esmad usan lanza gases lacrimógenos o truflay; granadas de aturdimiento y granadas de gas de mano; spray de gas pimienta y escopetas de Mosverg que disparan cartuchos de goma o perdigones.

Por otro lado, testimonios de exintegrantes de esta unidad y fallos de la Procuraduría confirman el uso de armas no convencionales, como el disparo de canicas, municiones ‘recalzadas’ o cápsulas de gas reutilizadas y repletas con pólvora negra y como metralla: tachuelas y fragmentos de vidrio, metal u otros objetos contundentes.

Esa es la conciliación de masas y la protección de los derechos fundamentales que la Policía, vía Esmad, le ofrece, por ejemplo, a indígenas reclamantes de tierras en Cauca y a camioneros en paro alrededor del país.

No hay datos consolidados, pero en 16 años el Esmad acumula cientos de víctimas mortales y miles más con lesiones temporales o permanentes.

Un policía del Esmad agrede con una "patada voladora" a un indígena en el
Cauca. Y si bien el indígena sostiene un machete, las agresiones de los uni-
formados son desproporcionadas. 
Y si bien en 2010 se vinculó judicialmente al Esmad por un hecho de lesiones personales, hasta la fecha ningún agente ha sido individualizado y menos judicializado por alguno de los miles de crímenes cometidos, por lo que operan con total impunidad.

¿Se justifica que en 2015 para Defensa y Policía se invirtieran $28.3 billones de pesos, unos $13 mil 500 millones de dólares, un 13.1% del presupuesto total de la nación, de cuyo rubro unos 12.9 billones se destinan a gasto de personal?

¿Se justifica que tanto dinero recaudado a través de los impuestos se invierta en el pago de policías que vejan constantemente nuestros legítimos derechos a la protesta y a la seguridad? Claro que no.

Por todo: la Policía Nacional de Colombia ya no representa a la autoridad. 


@adolfoflorezg

miércoles, 4 de marzo de 2015

Andrés Caicedo, el Sanfercho y los Ballantyne

Andrés Caicedo Estela a las afueras del teatro San Fernando de Cali. Foto: Eduardo 'La Rata' Carvajal.

Treinta y ocho años después del suicidio de Andrés Caicedo Estela, este texto recuerda su influencia en el cineclubismo de Cali, combinada con la historia del teatro San Fernando y los proyectores Ballantyne que le dieron vida a los sueños del Grupo de Cali. 

El final de la película

Similar al hombrecito del cuento: Destinitos fatales, de Andrés Caicedo, les sucedió a las niñas y niños que el viernes 8 de abril de 2005 miraban absortos la magia del cine animado que se dibujaba sobre la pantalla del teatro San Fernando de Cali.

Fachada del teatro San Fernando de Cali, ubicado en la Cra 34 # 4D-29
Pero no fue el Conde Drácula lo que vieron los pequeños, entre incrédulos y aterrados, sino hombres del CTI, de rostro severo, que irrumpieron en la sala y detuvieron la proyección para realizar el allanamiento que confirmó que la película en exhibición era una copia DVD pirata.

Final inesperado del filme y el último día de cine en el teatro San Fernando. Quebrantar la Ley 44 de 1993 o de Propiedad intelectual y Derechos de autor solo adelantó su cierre, porque igual sus días estaban contados.

Luis Herrera, líder espiritual de la Iglesia Cristiana Plenitud, había pagado $500 millones de pesos por la edificación, con la idea de acondicionarla como lugar de oración de su grey en aumento.

'Memorias de una cinesífilis'

Fue en el teatro San Fernando donde muchos jóvenes de la Cali de los 70 contrajeron cinesífilis. La cinesífilis del Cine Club y la del Ojo al Cine de Andrés Caicedo y sus cómplices del Grupo de Cali.

Al ‘Sanfercho’ asistían: “intelectuales varios, hippies trasnochados, teatreros escépticos, pandilleros saboteadores, marihuaneros incondicionales, niñas de colegios bien, madres de familias desprevenidas o precoces adolescentes”,  lo atestiguan Luis Opina y Sandro Romero en el libro Ojo al cine.

Quizá fue sumergido en la oscuridad del San Fernando donde a Caicedo, autor de ¡Que viva la música! (ColCultura, 1977) se le ocurrió alguna de sus extraordinarias historias.

Como el primer cuento de Destinitos fatales, al que hago referencia al inicio de esta historia y en el cual al final de un “ciclo larguísimo de películas de vampiros” y tras quedarse sin espectadores, al hombrecito del cineclub se le aparece el mismísimo Conde en persona.

Ramiro Arbelaez, Andrés Caicedo y Luis Opina, en la sala de proyección
del teatro San Fernando, al fondo, los proyectores Ballantyne.
Foto: Eduardo 'La Rata' Carvajal
De 1971 hasta mediados de 1977, el San Fernando fue la casa del Cine Club de Cali. Allí, cada sábado, a las doce y media del día –en ocasiones a las diez y media de la mañana o a la media noche– se celebraba el ritual con lo mejor del Séptimo Arte.

Tiras perforadas de celuloide con filmes en 35 mm de: Ingmar Bergman, Alfred Hichcock, Pier Paolo Pasolini, Arthur Penn, Luis Buñuel, Jerry Lewis, Stanley Kubrick, Jean-Luc Godard, Sam Peckinpah, François TruffautClaude Chabrol, entre otros directores, proyectaron los viejos Ballantyne SoundMaster Vision del teatro.

Yesid Galindo, licenciado en Historia, indicó, mediante la sistematización y análisis del archivo del Cine Club de Cali que, durante sus 6 años de duración, se realizaron 403 funciones, para un promedio de 48 películas por año.

No obstante, muchos filmes se repitieron, así lo referencia Caicedo en su columna: 'Las mejores películas de 1976: "Obras Maestras" mal hechas', un balance que hizo con la colaboración del crítico español, Miguel Marías.

En dicho texto dice que las obras que más repitieron en el Cine Club son: Psicosis (Hitchcock) por 24 veces; Persona (Bergman) por 19; Don't Look Now (Roeg) por 13; Viridiana (Buñuel) y Una Eva y dos Adanes (Wilder) por 12; El Profesor Chifaldo (Lewis) por 11; Diario de una camarera (Buñuel) por 9 y El Acorazado Potemkin (Eisenstein) por 8.

El promedio de asistencia a cada función de cine en el San Fernando fue de quinientas personas.

El ‘Sanfercho’: del cine a la oración

Con la compra del teatro, muchos cinéfilos temieron que el pastor Herrera lo desmantelara todo para hacer una gran bodega y así albergar a más personas, tal como sucedió con otros teatros de Cali que se convirtieron en iglesias.

Pero no, en gran parte. El aviso metálico con el nombre San Fernando, empotrado sobre un costado del techo del teatro, luce mohoso pero intacto. La fachada sigue igual, salvo el guardalocos de la entrada que fue cerrado con rejas y, desapareció el puesto de los comestibles del vestíbulo.

Las más de 810 sillas reclinables características de los años 50 cambiaron de color, del naranja original pasaron al azul y, las dos primeras hileras de la sala principal y la última de platea, ya no existen.

Así luce actualmente el teatro San Fernando de Cali, sede de la
Iglesia Cristiana Plenitud.
La tarima la ampliaron unos metros; el telón fue plegado a la mitad; cambiaron el piso de la sala principal; ampliaron el cuarto de proyección para hacer un pequeño estudio de grabación y, los dos proyectores Ballantyne, desarmados en parte, los guardaron en una húmeda bodega.

Para Rodrigo Vidal Medina, integrante del Cine Club de Cali, cinéfilo e investigador de la historia de los cinemas y teatros de Cali, el San Fernando, al parecer, fue construido a principios de la década del 50.

Cegado ya para la magia del cine, las funciones en el “Sanfercho” tienen ahora como protagonista principal al pastor Herrera, un bonaverense que cada fin de semana proyecta “la luz de la poderosa verdad de Jesús” a los más de 300 feligreses que acuden a su servicio.

El niño precoz que no tuvo ningún interés en llegar a viejo

La cinesífilis que Andrés Caicedo Estela (1951-1977) ayudó a propagar, como agente transmisor, ya había presentado los primeros síntomas en su niñez, cuando la cinematografía lo contagió en las largas horas que pasó poniéndole el ojo.

Allí optó “por pasarse la vida en la oscuridad de las salas”, como años después lo expresó en la revista Ojo al cine. Pero esa cinesífilis hizo metástasis en Caicedo en 1969-1970, con la inauguración de su primer cineclub, el del Teatro Experimental de Cali, TEC, de Enrique Buenaventura.

Transcurridos unos meses y luego de que se agotaran los pocos buenos filmes de 16 mm que consiguió en la ciudad, Andrés decidió cambiar, primero de nombre a: Cine Club de Cali, segundo, pasarse de formato: a 35 mm y tercero, de sede: al teatro Alameda.

Andrés Caicedo (centro) a las afueras del teatro San Fernando
Foto: Eduardo 'La Rata' Carvajal.
Este primer intento fracasó, según Ramiro Arbeláez, –amigo del autor y co-director, junto a Luis Ospina, del Cine Club de Cali– porque Andrés se excedió en la proyección de películas western.

Su cinesífilis no tuvo límites. Inconforme con el tiempo a la semana que pasaba en los teatros y cinemas, dedicó muchas horas diarias a redactar críticas de muchas de las películas que vio.

“Pero si en la crítica existe un afán por la objetividad y la pormenorización científica del análisis, en Andrés se filtraba continuamente la visión particular de lo que una película le generaba, y su estilo era una combinación permanente entre la erudición y la fascinación creadora”, escriben Ospina y Romero.

El estilo narrativo de Caicedo (quizá influenciado en parte por las críticas de García Márquez de El Espectador), no solo se limitaba a analizar la “técnica” y la “estructura” de un filme, sino que iba más allá y expresaba en sus textos lo que el filme le provocaba emocionalmente.

Su cinesífilis lo llevó a verse un filme más de 7 veces y a escribir al respecto desde diferentes enfoques, como el caso de The Searchers (Más corazón que odio, 1956), de John Ford, del cual hizo por lo menos 2 extensas versiones.

Y es que Andrés se pensaba muy en serio el cine. En sus críticas analizó las obras, desde lo más prominentes directores como Hitchcock, Bergman, Buñuel, entre otros, hasta directores locales como Carlos Mayolo, Luis Ospina y Julio Luzardo.

Hollywood: "la mentira"

Andrés Caicedo escribió por igual guiones. Con la ilusión de venderle el de ‘Los amantes de Suzie Bloom’ a Roger Corman, director que realizó en Hollywood más de 50 filmes de serie B, viajó en 1973 a Estados Unidos.

“A la salida [de cine, escribe Andrés] me encontré, de sopetón, con Roger Corman. Está un poco envejecido y gordo, aunque saludable, atento y cordial. Sumiéndome en explicaciones inútiles le mostré mis guiones. El hombre los hojeó, apuntó mi dirección, yo su teléfono (ha debido ser al revés) y los metió dentro de un carpachón de cuero de cerdo, prometiéndome que los leería (…) se despidió de mí, asegurándose de que lo visitaría en cuestión de tres días. Ahhh, no creo que se tome el trabajo de leer mis guiones. Para qué intentar nada”.

Roger Corman
Al no alcanzar su cometido, a su regresó a Cali expresa en varias críticas su desdén hacia Hollywood: “la mentira (…) la más cruel fábrica de sueños (…) la que todo lo perdona menos el fracaso”.

“Hollywood asimila toda la ‘trivia’ y la cultura cinematográfica que ahora está de moda y la incorpora a su producción y alguna vez produce genio y basura por montones”, escribió en ‘Hollywood desvestido’ (1977).

Todo lo que tenía no lo perdió en el cine

Andrés Caicedo escribió tanto de cine que, ‘mamando gallo’, dijo que de publicase, el libro se llamaría: “Todo lo que tenía lo perdí en el cine”.

El grueso de sus críticas cinematográficas publicadas en diferentes diarios de Cali y el país sí se editaron en un libro, pero con el título: Ojo al cine (Norma, 1999) antología realizada por Luis Ospina y Sandro Romero.
Andrés Caicedo fue el principal promotor del Cine Club de Cali.
Foto: Eduardo 'La Rata' Carvajal.

Pero más allá de su obra literaria, el legado en el cine y el cineclubismo en Cali: la cinesífilis, que propició el hombrecito de aire Lewisiano, cabello largo y gruesas gafas, es innegable.

Con la fundación del Cine Club y la revista especializada Ojo al cine, Andrés ayudó a consolidar un “auténtico auge del cineclubismo”, el cual calificó como un “movimiento que se constituye ya en la única promesa tangible para los que pretenden un acercamiento y comprensión mayor al fenómeno del film”.

Algunos de esa generación de jóvenes ritualistas del Cine Club de Cali que luego se hicieron realizadores, cineastas, críticos o profesores, se conocieron como el Grupo de Cali o Caliwood.

El desenfocado pasado de Caliwood

Ramiro Arbeláez no está de acuerdo con el uso del término Caliwood para referirse al Grupo de Cali porque, dice, obedece más a la alimentación de un mito urbano que no corresponde a la realidad.

El argumento de Arbeláez es contundente: Caliwood hace referencia a una fábrica de películas, como Hollywood. Y en Cali, en su mejores épocas: los 80, ni se superó la realización de 10 filmes. Por eso lo más acertado, asegura, es referirse a ese movimiento como el Grupo de Cali.

Nadie sabe con certeza quien acuñó el término. Hugo Suárez Fiat, fundador de Caliwood Museo de la Cinematografía, afirma que rumores de tertulia indican que al parecer la palabra Caliwood la mencionó por primera vez un viejo distribuidor de cine de la ciudad.

El rumor dice que a comienzos de los años 80, algunos de los miembros del Grupo de Cali que habían realizado un largometraje, visitaron a este viejo distribuidor para que los ayudara con la comercialización y que él se negó y les dijo, con ironía: “¿es que ustedes piensan que esto es Caliwood?”.

Y quizá fue este tercero, ajeno al Grupo de Cali, quien inventó la palabra. Pero Luis Ospina discrepa:

“La versión de Hugo Suárez Fiat es errónea. Yo creo que el nombre “Caliwood” quizá se lo inventó Sandro Romero en alguna fiesta como un chiste, pues si existía un Bollywood (India) tenía que haber un Caliwood. O quizá me lo inventé yo en otra fiesta. O quizá fue una creación colectiva. Pero de lo que sí estoy seguro es que ese término fue creado por alguien del Grupo de Cali y no por un extraño”.
Barbet Schroeder visitó Cali en 1985, sobre su camiseta se lee 'Caliwood'.
Foto: Eduardo 'La Rata' Carvajal.

De lo que hay certeza es que a mediados de los 80 el nombre Caliwood ya era usado. Así lo demuestra una fotografía que Eduardo “La Rata” Carvajal le realizó al cineasta Barbet Schroeder (La virgen de los sicarios) en su visita a Cali en 1985.

En la fotografía, un Schroeder sonriente mira a través de una ventana y estampado sobre su camiseta se lee: Caliwood. El diseño, según Ospina, se lo ingenió Karen Lamassone, artista plástica del Grupo de Cali.

Actualmente, además del Museo de la Cinematografía, Caliwood se llama una canción del cantante caleño Junior Jein y, una empresa de montaje y posproducción de cine, de Argentina.

Los aparatos de la ilusión no han muerto

Con la intención de aumentar su colección de viejos proyectores cinematográficos, Suárez Fiat intentó en 2011 comprarle a Herrera los dos Ballantyne Royal Sound Master, (modelo BW, de 110 voltios y probablemente de 1950), pero no lo hizo porque, dice, el pastor le “pidió millonadas” por ellos.

Después supo que los antiguos proyectores habían sido vendidos por partes. “Un verdadero crimen pues fueron los equipos que más usó Andrés Caicedo en la época de su cineclub”, se lamentó Suárez Fiat.

Como si se negaran a desaparecer, los dos proyectores Ballantyne del “Sanfercho” sobrevivieron, por lo menos lo principal: las cabezas de proyección y las recámaras.

El resto: el pedestal y los demás soportes estructurales, la linterna o diascopio, los reguladores de energía, el motor y la caja de sonido, quizá fueron vendidos como chatarra.

En el anticuario El Pulguero Persa, de Cali, entre una máquina de coser Singer de pedal y una nevera cincuentera de Coca-Cola, el Ballantyne que mejor se conservó (aún tiene la lente) pasó muchos días, ya muerto para el cine, a la espera de un comprador.

Durante meses, el proyector Ballantyne SoundMaster Vision (centro),
permaneció en un anticuario de Cali.
El otro Ballantyne, sin lente, acumuló polvo sobre un barril de cerveza, en un rincón del segundo piso del anticuario, medio oculto por una lámpara y rodeado de porcelanas y otros objetos. Finalmente, un día cualquiera ese comprador apareció y los proyectores cogieron otro rumbo.

Como dijo Suarez Fiat: “un verdadero crimen” porque esos Ballantyne deberían preservasen como piezas históricas de la cinematografía caleña y colombiana.

Henry Asseff, dueño del anticuario, dijo que adquirió los Ballantyne mediante trueque, a un tipo que “arrimó a ofrecérselos” y agregó que no sabía con certeza si eran los viejos proyectores del San Fernando, pero que sí había escuchado algo al respecto.

Suarez Fiat dice que sí son, que él primero los vio “arrumados” en la húmeda bodega del teatro San Fernando y que luego pasó a intentar comprárselos a Asseff. “Y sí, esos son”, expuso enfático.

Junior, empleado del anticuario y quien “restauró” (lijó y pintó los proyectores), narró que cuando llegaron estaban en peor estado: “mohosos y cubiertos de una pintura blanca”, lo que corrobora la versión de Suarez Fiat.

El periplo de los Ballantyne

Antes de narrar el posible periplo que llevó a los proyectores Ballantyne al San Fernando, primero debo referirme a su “creador”: Robert Scott Ballantyne (1888-1978).

Ballantyne nació en Hartington, Nebraska, Estados Unidos e inició su carrera en la industria del teatro en 1910, con 22 años, cuando comenzó a trabajar en el Teatro Cristal, en Norfolk.

Proyector Ballantyne y ejemplar del libro Ojo al cine.
Pocos años después el joven Ballantyne ya era gerente de la sucursal del teatro Mutual en Des Moines, Iowa, donde trabajó hasta 1918. Luego de pasar por la gerencia de otros teatros, en diferentes ciudades, en 1931 Ballantyne regresó a Omaha y en 1932 fundó: la Scott-Ballantyne Company, dedicada a la fabricación de equipos de sonido y de aire acondicionado para teatros.

Observando el gran potencial del negocio del cine, Ballantyne amplió su campo de acción e inició en 1938 la comercialización de proyectores cinematográficos, bajo su nombre, pero fabricados por Largen Manufacturing Company y por Wenzel Co.

En 1946, tras el “final” de la Segunda Guerra Mundial, la Scott-Ballantyne Company experimentó un aumento del 300% en la producción de su proyector Royal Sound Master, cuyas unidades para exportación alcanzaron la cifra de 25%.

“Nuestro equipo probablemente habla en más idiomas diferentes y en más países distintos que cualquier otro”, dijo Ballantyne respecto del éxito de su proyector. De 1949 a 1950, vendieron 150 mil proyectores Sound Master.

Y es a mediados de los 50 o inicios de los 60, cuando se presume que en el teatro San Fernando se proyectó el primer filme al público caleño.

Y si bien es casi improbable precisar la ruta exacta que siguieron los Ballantyne hasta el “Sanfercho”, lo más probable es que su periplo de meses incluyera: Nueva York, Panamá y Buenaventura, para desde allí descender (quizá en tren) hasta la Sucursal del Cielo:

Cali, donde años después, los proyectores deslumbrarían con su calidad de sonido e imagen a los jóvenes liderados por Andrés Caicedo, quien cansado del horror de la noche que lo habitaba dentro, decidió apagar el proyector de su corta y prolífica vida, en un día como hoy (4 de marzo de 1977), con 60 pastillas de Seconal.  

@adolfoflorezg  



viernes, 14 de noviembre de 2014

“Agarrando pueblo”: la idea fue de un humilde zapatero

Luis Alfonso Londoño, en la escena final de Agarrando Pueblo (1978) de Carlos Mayolo y Luis Ospina.
Hace 35 años murió Luis Alfonso Londoño, actor natural de 'Oiga, Vea' y 'Agarrando Pueblo', de Mayolo y Ospina.

En 1971 Cali fue anfitrión de los VI Juegos Panamericanos. Luis Ospina y Carlos Mayolo se confabularon para rodar, con cámaras prestadas, el documental: 'Oiga, Vea', en el que se ve a la Cali marginada, la de los que no tuvieron con qué pagar las entradas para asistir a los grandes eventos deportivos.

Para llegar a las Canchas Panamericanas, epicentro de la competición, Mayolo y Ospina abordan un atestado tren. Sonrisas de niños, casas populares y el traqueteo de las ruedas en los rieles pasan en sucesión.

Luego los documentalistas se apean en el barrio El Guabal (en ese entonces de invasión y el más cercano a las Panamericanas) y registran las condiciones en las que viven algunos caleños.

De pronto, escribirá luego Ospina, alguien les grita: “¡Con que agarrando pueblo, no!”.

Curiosos por conocer al autor de la original frase, se apresuran a entrevistarlo. Es Luis Alfonso Londoño: con un cigarrillo sin filtro a casi acabar en la mano, cuenta como el canal de aguas lluvias se volvió un peligro para los niños.

Con amenaza de lluvia, Ospina y Mayolo acompañan a Londoño a su humilde casa y este les regala bolsas plásticas para que cubran sus equipos. Y hasta ahí su participación.

Pero siete años después, con la idea de hacer una “película de ficción que simule ser un documental sobre los cineastas que explotan la miseria con fines mercantilistas”: (Ospina), la dupla de cineastas se vuelve a juntar.

Ahí cobra pleno sentido el: “¡Con que agarrando pueblo!” de Londoño. Entonces Mayolo y Ospina lo buscan de nuevo y es en su casa dónde se graba la escena final y más emblemática de 'Agarrando Pueblo'.

‘¿El futuro para quién?’

Londoño y Ramiro Arbelaez.
Un periodista, interpretado por Ramiro Arbelaez, entrevista a la supuesta pareja de pobres, con dos niños, que habitan la casucha. Tras algunas preguntas para mostrar su precaria situación económica, aparece en escena Londoño, quien mira a la cámara y sale de nuevo del cuadro.

Segundos después reaparece, se para entre el periodista, los falsos pobres y la cámara, se toma la cabeza con sus manos, abre la boca (le faltan los dientes frontales superiores) y grita:

-“¡Con que agarrando pueblo, no! solo vienen a firmar aquí para hacer reír a los demás por allá lejos”.

Cambio de cámara y Mayolo, quien interpreta al director, grita enfurecido: “¡Corten!”, la toma gira hacia el intruso y una voz en off le dice.

-“¡Hey! señor, por favor, usted se corre que estamos filmando una película”.

-“¿Quién, yo?”.

-“Sí, usted.

-“¿Cómo así que me quite, a dónde creen que han llegado ustedes”, replica Londoño.

-“Señor, le estamos pidiendo el favor”.

-“¿El favor de qué?”.

Entonces un policía moreno aparece en escena y le dice:

-“Señor haga el favor y se sale que estamos grabando una película”.

-“¿Y por qué no van a hacerlo a otra parte?”

-“Por qué no se hace atrás, como los demás”, contesta el policía, lo toma de un brazo e intenta sacarlo de la escena a la fuerza. Londoño manotea y grita:

-“¡Ya no puede estar tranquilo uno ni aquí en la casa!”.

Aparece entonces el productor de la película y le ofrece dinero para que deje terminar la escena final. Ante su reticencia y para adularlo, le dice que su casa ha sido escogida entre muchas y que si sabe que más del 25% de las casas de los colombianos son iguales a la suya.

-“Y si hay tantas, ¿por qué ésta?”, pregunta Londoño.

El productor saca dinero de su bolsillo.

-“¿Cuánto valgo yo?”

-“No se trata de comprar a nadie”.

-“¿Haber, cuánto cree que valgo yo”, repite Londoño, entonces le arrebata el dinero al productor y agrega:

-“¿Sabe usted lo que puede hacer con este dinero? ¡Vea, vea, esto, vea!”, se baja los pantalones y con los billetes se limpia el ano, los lanza al suelo, y advierte:

-“¿Aguárdense y verán”. Entra corriendo al rancho, luego asoma la cabeza por uno de los agujeros de la esterilla de la fachada y sentencia:

-“¡Cojan sus cámaras y váyanse para otra parte y no jodan más aquí, esperen y verán!”. Y acto seguido aparece blandiendo un machete.

-“Haber, sigan firmando, sigan pues”. Todos huyen.

-“¡Ah!, ¿les da miedo, no?”. Captura al actor que hace de pobre y amenazante le dice:

-“¿Y vos qué, Charles Bronson?” y le amaga con pegarle un machetazo.

-“Yo no tengo nada que ver”.

-“Abrí los ojos, no ve que te están firmando disfrazado de pobre, vendido”.

-“A mí ni siquiera me pagaron”, contesta aterrorizado el actor y huye.

Londoño mueve con su machete los billetes, recoge un rollo de cinta que se les cayó a los cineastas en la huida, lo desenrolla, se envuelve en ella y sonriendo dice:

-“Los sabios, que todo se lo saben”. E imitando al periodista con voz aflautada, agrega:

-“¿Usted vive aquí? ¿Cuántos niños tiene?”... Sonríe,  mira a la cámara, levanta los brazos, los cierra como si fuera una claqueta y grita:

-“¡Corten!”.

La muerte de Londoño
Luis Alfonso Londoño interrumpe la escena final.

Hace 35 años, murió de hidropesía Luis Alfonso Londoño, el humilde e histriónico zapatero que con su frase inspiró el nombre (solo el nombre, valga la aclaración) del falso documental: 'Agarrando Pueblo'.

Londoño, de 53 años al momento de fallecer, fue uno de los fundadores del barrio de invasión El Guabal, y su sepelio, le escribe Ospina a Mayolo, fue realizado mediante recolecta en el cementerio de Siloé.

La verdadera escena final

Carlos Mayolo, Luis Alonso Londoño y Luis Ospina.
Luego de la escena final y ya sin actuar, Mayolo y Ospina le hacen algunas preguntas a Londoño acerca del impacto qué cree tendrá la película y de lo que él considera es el cine.

Londoño dice que la escena de la película que más le gustó es en la que él se baja los pantalones y se limpia con los billetes.

-“¿Y a la gente del cine qué le dirías?”, le pregunta Mayolo.

-“Aquí, pues, dicen, que las vacas que más cagan en el cine son los americanos, ¿no? Y ellos venían cagando desde hace mucho tiempo. ¡No! Ya hay otros que cagan más arriba y más bastante (risas) y nosotros los colombianos también podemos poseer ese don de movernos ante una cámara de cine, aunque nos falta cultura, ¿por qué no?”.

@adolfoflorezg


(Lea la carta completa de Ospina a Mayolo):

“Cali, noviembre 14, 1979

Querido Carlos:

Por el recorte adjunto de El País te darás cuenta de que el lunes pasado (noviembre 12) a las nueve y media de la noche murió Luis Alfonso Londoño, nuestro querido y divertido actor. En la mañana del martes recibí una llamada de don Gregorio, el señor de la tienda de al lado, y me informó que Londoño se había muerto y que estaban haciendo una recolecta para poderlo enterrar. Yo llamé a Eduardo y ahí mismo nos fuimos a El Guabal, donde encontramos el rancho convertido en cámara ardiente con el ataúd custodiado por un cuadro del Sagrado Corazón y un crucifijo. A Luis Alfonso lo afeitaron, lo envolvieron en una sábana y lo metieron al ataúd, con vidriecito y todo. Murió de hidropesía y del invierno tan tenaz que ha hecho en todo el país. Yo, entonces, en nombre de la película contribuí con 5 mil pesos, suficientes para pagar el ataúd (4 mil pesos), el hoyo (500 pesos) y el bus para transportar el cadáver y los acompañantes. No sólo hay que revelar las películas sino también velar a los actores en cámara ardiente. Tenaz. Me puse muy triste.

Tengo ganas de que esta década se acabe rápido”.