Un catastrófico panorama ambiental se avecina para
Latinoamérica: “tres cuartas partes de las aguas fecales o residuales vuelven a
los ríos y otras fuentes hídricas”. Así lo indica un informe realizado en 2013
por el Banco Mundial, BM.
Parece inverosímil, pero es verdad. Esto significa que las aguas de los
principales ríos que abastecen a millones de personas en Suramérica,
Centroamérica y el Caribe, están siendo contaminados con heces, además de otras
residuos.
En Colombia, las principales fuentes hídricas las
contaminamos a diario con unas 688 toneladas de materia orgánica e inorgánica.
Sin duda, esta problemática que nos evidencia el BM representa un serio riesgo
de salud pública y un deterioro ambiental de dimensiones colosales para toda la
región.
A este futuro desalentador, debemos sumarle que la Organización
de Naciones Unidas, ONU, estima que en los próximos treinta años unas cuatro mil
millones de personas, de las más de 7 mil millones que habitamos el planeta, estarían
en riesgo de sufrir de desabastecimiento de agua potable.
Y no son teorías conspiratorias o exageraciones de locos
ecologistas. La amenaza es real. ¿Y entonces para qué nos sirve que Suramérica
posea un tercio de las fuentes de agua potable del mundo si las contaminamos
inmisericordemente y si 32 millones de personas por estos lares padecen sed? Una
inmensa riqueza desperdiciada.
Porque somos millonarios en recursos, además de hídricos,
pero nuestra mentalidad empobrecida nos hace creer pobres. Qué le vamos a
hacer. Pero volvamos al informe del BM.
Éste también cita que ciudades como Buenos Aires
(Argentina), Tegucigalpa (Honduras), San Pablo (Brasil) y Asunción (Paraguay),
están “tímidamente” elaborando planes para darle a la distribución de las aguas
y a la contaminación de sus ríos un manejo integral que propenda por la
optimización de sus aguas y por su explotación y uso racionalizado.
¿Y Colombia qué? Mal. El río Bogotá, por ejemplo, es una
cloaca que recibe, sin mayor tratamiento, el detritus de ocho millones y medio
de habitantes.
Según un estudio del Conpes de 2004 (http://bit.ly/JzrZTc),
se elaboraron planes para descontaminar las aguas del río Bogotá; para ampliar
el lecho del río en varios tramos para que “tenga más capacidad de
almacenamiento”, para reubicar a las miles de familias que viven en sus
márgenes, para reforestar sus riberas, entre otras propuestas más.
Pero descontaminar las aguas negras del río Bogotá,
además de un plan a largo plazo (iría hasta 2020 y las multimillonarias sumas
de dinero que ya se destinaron no se ven), requeriría una inversión de $5 mil millones
779 mil 287 pesos -cálculos de 2004-.
No obstante, el problema de la contaminación de las aguas
no solo la padece el río Bogotá y, esta problemática no solo se produce por las
aguas residuales proveniente de los sectores residenciales.
Un informe del Instituto de Hidrología, Meteorología y
Estudios Ambientales de Colombia, Ideam, (1998) reveló que: “las sustancias más
peligrosas” que se vierten a nuestros ríos es producto de “los residuos
tóxicos, reactivos, inflamables y combustibles” producidos por la industria
minera, petrolera, química y manufacturera, principalmente.
Y ni hablar de los otros ríos más contaminados de
Colombia como el Cauca o el Magdalena o el Amazonas o el Sinú. O como los ríos
del Bajo Cauca antioqueño que son los más intoxicados por mercurio en Colombia.
Con este dantesco panorama, debemos prepararnos para
pelear (exactamente como lo pronosticaron) en la guerra mundial por el agua.
@adolfoflorezg
Para mayor información consultar:
-Política Nacional del Recurso Hídrico; informe del Ministerio
del Medio Ambiente, 2010; http://bit.ly/1avrzUL
-En el río Bogotá se invirtieron más de 1.5 billones de
pesos en 10 años y no hay resultados; noticia de Caracol Radio, junio 5 de
2007; http://bit.ly/1f2aSru
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