Fernando Vallejo
generó una nueva polémica. Esta vez desde las páginas de su novela:
‘Casablanca la bella’ (Alfaguara 2013), donde plantea la idea de realizar una
reforma ortográfica, eliminar ocho letras, la tilde, la diéresis y de paso independizarnos
de la Real Academia Española, RAE.
Pero la idea de jubilar la ortografía no es nueva. La
propuesta ya había sido formulada por Gabriel García Márquez en el discurso inaugural del I Congreso Internacional
de la Lengua Española, realizado en Zacatecas, México, en 1997.
Allí, Gabo dijo: “Jubilemos la ortografía, terror del ser
humano desde la cuna: enterremos las haches rupestres, firmemos un tratado de
límites entre la ge y jota, y pongamos más uso de razón en los acentos
escritos, que al fin y al cabo nadie ha de leer lagrima donde diga lágrima ni
confundirá revólver con revolver”.
Para el resentido autor antioqueño, el objetivo de eliminar
la ortografía se debe a que “la reforma” ya la hacen los jóvenes desde los
celulares y computadoras, a través de los cuales escriben “ortografía fonética”.
Tiene toda la razón. Ahora es común leer en la redes social,
como Facebook, sobre todo, que escriben bn en vez de bien y llo en vez de yo,
entre un sinnúmero de horrores ortográficos inimaginables.
Pero a diferencia de Gabo, Vallejo plantea también que se
elimine del diccionario ocho letras: la ce, la hache, la cu, la uve, la equis,
la ye y la zeta. El argumento, proteger nuestro idioma de tanto extranjerismo y
volver así a los orígenes fenicios y griegos, quienes basaban su “sistema
ortográfico” en la fonética, o sea, “un signo por cada sonido”.
Escribiríamos, por ejemplo: Casa con k: Kasa; Queso con k y
sin u: Keso; Cielo con s: Sielo; Zapato con s: Sapato, Hielo sin h: Ielo y General
con j: Jeneral. Para las “letras dobles con sonido sencillo” como la che, la
elle y la erre, Fernando propone escribirlas con guión bajo: s, l
y r. Se garabatearía entonces Sapa por Chapa, Karo por
Carro, Sigarilo por Cigarrillo, Gera por Guerra y Oror
por Horror.
En cuanto a las tildes y la diéresis (los dos punticos que
se ponen sobre la u para escribir, por ejemplo: sinvergüenza), Vallejo dice no
volverlas a usar jamás; entonces, como la propuesta de Gabo, hacer más uso de
razón y escribir Lágrima sin tilde: Lagrima y Sinvergüenza sin diéresis, con b
y s: Sinberguensa. Todo un embrollo.
Para Antonio Vélez, quien hizo una concienzuda y argumentada
crítica a la propuesta, en ‘La nueva ortografía de Vallejo’ (http://bit.ly/19rJoWV ), la idea del
antioqueño no se posible porque, además de tener fallas “mayúsculas”, la arraigada
conservación de las tradiciones que tenemos los humanos no lo permitirá y,
sobre todo porque, dice Vélez, con ello “le quitarían al idioma escrito el
sabor y la belleza de lo añejo, y eliminarían de un tajo la pátina milenaria
depositada en sus palabras”.
En cuanto a la autonomía de la RAE, Vallejo acierta al afirmar,
en una entrevista al respecto, que somos más de 300 millones de hispanohablantes
de este lado del Atlántico, frente a 40 millones de españoles que nos subyugan,
a través de la Academia, en cómo debemos escribir y qué palabras nuevas incluir
en el diccionario.
Por tal motivo, plantea
la unión entre las Academias del resto de los países hispanohablantes y declarar
la independencia de la RAE , para en adelante, referirse como ‘españolismo’ a
cualquier aporte al idioma que provenga de la península ibérica.
Para sustentar mejor su embrollada idea, Fernando Vallejo, también
filólogo de profesión, invitó a los académicos de la RAE para realizar un
debate al respecto en el próximo Congreso Internacional de la Lengua Española.
Ante dicha invitación, la RAE como siempre prefiere guardar silencio.
En cuanto a la propuesta de una “ortografía fonética sin resabios etimológicos” el resentido de Vallejo está meando fuera del
tiesto y
simplemente aprovechó la resonancia mediática que le hicieron para promocionar
su libro.
Nota: ‘La reforma ortográfica de Vallejo’ en: http://bit.ly/GZ4lOA.
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